jueves, 30 de octubre de 2008

SRINAGAR, LA CIUDAD DE LOS CRISTALES ROTOS

Cachemira lleva más de 60 años padeciendo una situación de injusticia crónica. Se integró en la India en 1947 como Jammu&Cachemira para huir de la temida absorción por parte de Pakistán. Desde entonces, Cachemira espera que India cumpla su promesa y la permita realizar un referéndum para que su pueblo pueda decidir libremente su futuro.
Esta injusticia recae sobre la población musulmana de Cachemira, en otro ejemplo del conflicto político-religioso que rige hoy el mundo. Y a todo ello se le suman las injusticias propias de la guerra de final del s.XX y principios del s.XXI, que se ceba mas con la población que con los ejércitos.
El pasado mes de julio, el Gobierno del estado Jammu&Cachemira decidió ceder al Jammu hindú 99 acres de terreno pertenecientes a la Cachemira musulmana, con la excusa de que en dicha zona se produce durante tres meses al ano una peregrinación hindú.
Esta decisión enfureció a los musulmanes y provocó las primeras manifestaciones callejeras, con choques contra la Central Reserve Police Force (CRPF), la fuerza india encargada de apoyar a las Policias Locales que lo necesiten. Murieron 53 personas, hombres, mujeres y niños, todos manifestantes víctimas de disparos de la CRPF; y centenares de personas resultaron heridas, entre ellas algunas decenas de las fuerzas de seguridad.
Para buscar una solución al problema, se convocó una reunión el 23 de agosto. El pueblo cachemiriano organizó una manifestación para el día previo a la reunión.
Esta es la crónica del día de la manifestación y los días que la siguieron.
Viernes 22 de agosto
Los viernes son días de plegarias para todos los musulmanes (según la RAE de la Lengua, rogar con manifestaciones y demostraciones exageradas para que se conceda algo que se desea).m
Umar Farooq, líder musulmán de Cachemira, desde un pequeño escenario limitado por la parte trasera por un muro, inició su discurso a las 13:10 horas. Poco a poco, el discurso fue exaltando a la gente. A cada minuto que pasaba, más y más fuertes gritos salían de sus gargantas. Sobre todo cuando les instaba a repetir el nombre de su Dios, Allah, y su grito de guerra, Azaadi, independencia.
A las 14 horas, todo empezó a tomar un orden. La gente, apelotonada delante del escenario, comenzó a organizarse en filas paralelas. El silencio fue ganando terreno al ruido. Y cuando todo el mundo estuvo situado y en silencio, empezó la plegaria. La imagen de más de cien mil personas postradas en el suelo y rezando era algo sobrecogedor.
Tras la plegaria, el orden establecido se rompió a un ritmo vertiginoso y, en pocos minutos, se formó una avalancha que aprisionaba a todos los que estábamos en el escenario, limitados por la existencia del muro trasero. El motivo era el deseo de los fanáticos de tocar a sus líderes, ya de avanzada edad. Y uno se pregunta si a nosotros, jóvenes y con fuerzas, nos fue difícil salir, e incluso sobrevivir, en esta avalancha, ¿cómo se lo hicieron esta docena de líderes ancianos para salir con vida de tal aprisionamiento? Una imagen se le queda a uno grabada como respuesta: un viejecito que, en medio de la avalancha y mientras es aplastado por miles de fervientes seguidores, esboza una sonrisa como diciendo “esta es nuestra fuerza: la locura”.
Mientras todo esto sucedía, en Beijing, el jamaicano Usain Bolt se convertía en el rey de la velocidad de los Juegos Olímpicos. Ese día se adjudico los relevos de 4X100.
Sabado 23 de agosto
Día en el que debe celebrarse la reunión.
La huelga general había dejado vacía la ciudad. Sólo se encontraban algunos piquetes en puntos estratégicos, que saboteaban el movimiento de cualquier persona o vehiculo, excepto las ambulancias. Lo que más chocaba de estos controles es que eran llevados a cabo por niños que imitaban los actos de los mayores y, por tanto, realizados con algo de irracionalidad y peligro. Nosotros mismos fuimos centro de amenazas.
Estos controles adolescentes se encargaban tambien de cortar la circulación en la National Highway. La distribución estratégica de los controles indicaba, no una buena disposición de los niños, sino una planificación des de la dirección de la protesta.
La noticia salta pasadas ya las ocho de la tarde. La reunión ha finalizado y la decisión es salomónica: la zona en disputa seguirá perteneciendo a Cachemira, pero durante los tres meses de peregrinación será de Jammu.
La ciudad empieza a hervir de descontento. Donde más gente se congrega es en las calles de la Ciudad Vieja de Srinagar. Pero la CRPF empieza tambien a estar estratégicamente distribuida por la ciudad. Los niños encargados de los controles ven intercambiado sus papeles cuando, al final de la carretera, ven aparecer a un bulldozer militar en vez de un coche despistado. Corren, pero los fuertes palos de bambú de la CRPF son demasiado largos como para poder escapar.
A las 22:30 horas la ciudad se presenta desierta.
Y mientras tanto, en Beijing, el etíope Kenesina Bejkele se hizo con el oro en los 5.000 metros, Argentina lo conquistó en fútbol y el boxeador ruso se erigio como campeón en los pesos pesados.
Domingo 24 de agosto
El día empieza más que nunca a las 00:00 horas. A esa hora la CRPF anuncia, a todo megáfono por las calles, que ha comenzado un toque de queda indefinido.
Por la mañana, mientras caminamos por la Ciudad Vieja, un pequeño grupo de locales desafía a la Policía saliendo a la calle. Varias decenas de locales empiezan a gritar eslóganes y un hombre que les dirige hace un pequeño discurso. Todo parece tranquilo. De pronto, sin ningún anuncio previo, el soldado de mayor graduación se enzarza en una discusión con el hombre que había realizado el discurso. En pocos segundos, empieza a caer una lluvia de bastonazos policiales sobre todos los allí congregados. Yo mismo, fuí arrojado al suelo. Por el milagro de la cámara y del grito “International press!” logré evitar el duro azote del palo de bambú. Fui el único en salvarme.
A media tarde empieza la guerra sucia contra la población. Un escuadrón de la CRPF camina por los estrechos callejones de la Ciudad Vieja, golpeando las persianas metálicas de las tiendas cerradas. Esto advierte de su presencia, lo que aumenta el nivel de estrés de la población. Si alguien grita un eslogan, mira por la ventana o hace cualquier otra “tontería”, las ventanas del callejón seran apedreadas, dejando todos los cristales rotos. Y se acerca el invierno.
Una mujer nos cuenta cómo ha sido socarrada la puerta de su casa. Las amenazas son claras: si la protesta va a más, será más fácil entrar a buscaros. La familia de Alí también nos explica cómo, la noche anterior, los soldados entraron en su casa, pegaron a su hija de trece años y llenaron de queroseno los cubos con el arroz del que la familia debería subsistir durante los días que dure el toque de queda.
Un padre e hijo barbero mueren en Dal Chowk por disparos de la CRPF. La familia asegura que ambos tan sólo iban a comprar tabaco.
No hay canales de televisión, ni radio, ni periódicos. Aislamiento total en las casas. Ha empezado la censura.
Mientras, el espectáculo continúa en Beijing. El keniata Samuel Kamau se hizo con la marathón, Estados Unidos venció a España en la final de baloncesto y Francia se alzó victoriosa en balonmano. La ceremonia de clausura fue retransmitida para todo el mundo.
Lunes 25 de agosto
Para este día estaba programada una manifestación de desobediencia civil. Su destino final: Lal Chowk. Su celebración parece imposible. Todos los líderes musulmanes están bajo arresto y la plaza Lal Chowk esta ocupada militarmente por la CRPF.
Ocho personas muertas y centenares de heridos es el triste balance del día en los pueblos cercanos a Srinagar. Y la capital, tras un día y medio de toque de queda y escuadrones recorriendo sus calles, se adivina como una ciudad sin ventanas, como la Ciudad de los cristales rotos.
Los hospitales deberían ser sagrados en todas las guerras. La misma India criticaba la crueldad de los ataques terroristas en los hospitales de Ahmedhabad, tildándolos de inhumanos. En Srinagar, no obstante, los hospitales tampoco son inmunes a la crueldad.
Mientras estamos en el Sovar Medical Institute rodeados por decenas de pacientes y familiares que nos explican sus casos, unos gritos des de la primera planta suben por las escaleras. El pánico se apodera en muy pocos segundos de todo el hospital, todo el mundo desaparece y se cierran las puertas con pestillo. Falsa alarma. La gente empieza a salir de las habitaciones comunes y nos explican que, la noche anterior, un escuadrón militar entró en el hospital y golpeó a enfermos, familiares y doctores.
El hospital lleva tres días sin recibir medicinas ni comida. Los médicos nos cuentan que están a las ultimas y cómo, al abandonar el hospital, el destacamento de la CRPF que hay en la puerta les rompe los pases para el toque de queda. De esta manera, no podrán regresar y los pacientes quedarán desatendidos. También nos aseguran que causan desperfectos en algunas ambulancias.
En otro hospital, un medico nos brinda un rayo de luz. Al lado de un paciente con un tiro en las tripas, de mal pronóstico, nos comenta que se había despertado sin su pase ya que la CRPF se lo había roto. No obstante, decide ir al trabajo. Después de superar mil y un controles consigue llegar al hospital. Lleva ya más de nueve horas allí y, con evidentes signos de cansancio, nos dice:“Me parece que voy a tener que quedarme aquí hasta que esto se tranquilice. Hoy por hoy, soy más útil aquí que en cualquier otro sitio”.
Mientras, el olimpismo vive su resaca.
No parece haber solución aún al problema de Cachemira. Es éste un lugar demasiado estratégico -con fronteras con Pakistán, Afganistán, China e India, de la que forma parte desde 1947- para dejar de ser un objetivo codiciado por las grandes potencias. Todavía más si tenemos en cuenta el gran papel que juega Asia Central en la geoestrategia mundial actual. Los intereses de unas potencias se interfieren con los de las otras, augurando una muy difícil solución a corto o medio plazo.
Ni tan siquiera un referéndum sobre la autodeterminación, como piden los cachemirianos, podría dar una solución efectiva. El resultado sería la independencia, sin lugar a dudas. Pero, ¿puede Cachemira gobernar su independencia? Las instituciones públicas, tras estos más de 60 años de adhesión a India, no han evolucionado, no se han modernizado y hasta se han gangrenado. Previo al tan reivindicado plebiscito, debería haber la voluntad de India para renovar las instituciones y los organismos de poder necesarios para el correcto funcionamiento politico del hipotético nuevo Estado.
A Cachemira le queda aún un largo camino por recorrer. Si será con sangre o no, nadie lo sabe. Pero hasta el momento las estadísticas no son buenas: en los últimos 20 años han muerto mas de 45.000 personas por este conflicto. Y el respeto a los derechos humanos cae en picado.