jueves, 10 de abril de 2008

NEPAL, BAJO LA SOMBRA DE LAS MONTAÑAS

La situación actual en Nepal había llegado hasta puntos insostenibles. Nefasto pasado y penoso presente en los que la población nepalí tiene que hacer frente a una red de carreteras incapaz de soportar el número de coches existentes; teléfonos móviles que no funcionan debido a una red de cobertura deficitaria; semanas en las que la basura no es recogida; cortes eléctricos de siete horas diarias; y barrios con falta de agua potable.
En las últimas semanas de febrero, a los problemas heredados de un pasado monárquico-absolutista y a las deficiencias de un gobierno presente poco implicado en resolver los problemas del pueblo, hubo que añadirles las dos gotas que hicieron colmar el vaso. La primera, la India, sin previo aviso, aumentó un 8% el precio sobre los carburantes que vendía al Nepal. Debido al extremo grado de dependencia que éste tiene del exterior en dicho recurso, el Gobierno Nepalí, al no poder asumir el elevado coste de la nueva factura, no tardó en transmitirlo vía precios a los ciudadanos. Del mismo modo, también las cantidades importadas se redujeron. Suresh es dependiente en una tienda de lavabos al lado de una gasolinera. Nos comenta, nervioso, cómo los coches pasan horas y horas delante de su tienda haciendo cola. Hay un policía que va recorriendo la fila, nos comenta, y si alguien se pone impaciente y empieza a caldear los ánimos, lo manda para casa. Esto supone un duro contratiempo, pues no podrá repostar hasta dentro de dos días, con los coches que tengan su misma matrícula: los acabados en par. Y el segundo problema añadido fueron las demandas de mayor autonomía de los grupos étnicos del sur-este del país, que habían cortado, en la frontera con India, las carreteras que abastecían al país de sus alimentos y materiales más básicos. Dichos cortes, estaban provocando un aumento descomunal en los precios de los productos de primera necesidad: la soja, un 42%; ghee vegetal –mantequilla local-, un 22%; los aceites de mostaza y girasol, un 17%; y, el más importante en la dieta nepalí, el arroz, un 14%. En los mercados se podía ver a las mujeres, ataviadas con sus mantos y ropas locales cubriéndoles la cabeza, observando con detenimiento los alimentos que iban a comprar. Era importante su elección para el resto de la familia, pues los alimentos iban a escasear durante una temporada y la distribución de la compra debía corresponderse con las necesidades reales de cada miembro de la familia.
A inicios del pasado mes de marzo, y después de la situación caótica del mes de febrero, se llegó a un acuerdo de acción nacional que establece el próximo diez de abril como la fecha en la que se realizarán las primeras elecciones democráticas, multipartidistas -maoístas y grupos étnicos incluidos- y sin la sombra del monarca. Porque en la actualidad, éste, ha pasado a ser una mera figura decorativa. A Gyanendra, desposeído de su cualidad como encarnación divina de Vishnu, ya solo le queda pagar impuestos, como al "resto de los mortales".

Buli y Prakash son dos niños nepalíes del pueblo de Pokhara. Tienen diecinueve años los dos. Concretamente, Prakash los hace hoy -veinte de marzo-. Solos, en las montañas que rodean el pueblo -cuna de los trekings a los Anapurna-, sin comidas ni cenas familiares, sin fiesta de cumpleaños, sin felicitaciones ni regalos que abrir, dedican su rato a fumar uno tras otro los cigarrillos que, por mucho menos de un euro, se han comprado. Así celebran el aniversario de Prakash. En cuando les pregunto qué les parece las elecciones, dejan ir una sonrisa. Bien, bien, nos parece bien, responden. Es una gran oportunidad para Nepal, añaden. Y, entonces, ¿a quién vais a votar? Las sonrisas ahora se han convertido en carcajadas. Dicen, entre risas, que no lo saben, que ya verán. Pero, ¿cómo? Hay unas elecciones históricas en vuestro país, vosotros podéis votar por primera vez, lo que lo convertiría, además, en un momento histórico a nivel personal, y decís que ni tan solo sabéis si vais a ir a votar. Cesan las risas. "Mira, aquí -me dice Buli -, las cosas no son tan fáciles. Aquí, ir a votar, es peligroso".

El cómo Nepal ha llegado hasta la situación en que se encuentra hoy en día, tan solo lo podemos encontrar observando su historia reciente, su último lustro y medio.
Todo empieza en 1846, con la matanza de Kot. En ella murieron asesinados el hombre fuerte del reino -Gagan Singh-, el Primer Ministro y un buen número de aristócratas. El poder pasó a manos de Jang Bahadur Rana, un general del ejército nepalí, de origen indio, que no tardó en moldear el país según sus deseos.
No fue hasta 1950 – casi tres décadas después de que los británicos abandonaran Nepal como Protectorado (1923)- que las cosas empezaron a cambiar en el Estado despótico de los Rana. Tribhuvan, un rey harto de ser un preso encerrado en su celda-burbuja del palacio de Katmandú, huyó a la India con su hijo primogénito -Surendra-, y el primogénito de éste -Birendra- . Una vez en India, comenzó a organizar un duro movimiento contra los Rana. La respuesta de éstos no se hizo esperar: le desposeyeron del trono y, a falta de otro sucesor, hicieron nuevo rey a Gyanendra, de tres años de edad. Es posiblemente este el punto que marcará la extraña y dura personalidad del pequeño y efímero monarca en el futuro, quien, tres mese y medio después de haber sido nombrado rey, ve como su familia, con Tribhuvan a la cabeza y seguido por sus dos próximos sucesores, vuelven de forma triunfal a Katmandú.
Corría el año 1951 cuando Tribhuvan se hizo con el poder y prometió una nueva era democrática para Nepal. Pero su corto reinado de 4 años como consecuencia de una muerte prematura, no le permitió más que seguir perpetuando la monarquía absolutista.
Su sucesor desde 1955, Surendra, será recordado por ser el primero de los reyes nepalíes en intentar dar un vuelco democrático al país. En 1959, dotó al país de su primera Constitución y se celebraron ese mismo año elecciones a una Cámara de Representantes. Pero los resultados parecieron no agradar al monarca que, en diciembre de 1960, despidió al Primer Ministro, suspendió la Constitución, cerró el Parlamento y detuvo a los dirigentes del conservador Partido del Congreso del Nepal (NCP), que había ganado las elecciones.
En 1962, Surendra decide crear otra Constitución. Esta vez en ella prohibirá los partidos políticos y se dotará él mismo de poder absoluto bajo el paraguas del Panchayat, el Consejo de Notables y un Gobierno títere que le ayudarán a parar los golpes del mal gobierno de la nave. Surendra acabará muriendo en 1972 sin haber realizado ningún intento de democratización más.
Birendra, como nuevo rey, no realiza ningún tipo de cambio en el sistema. Gyanendra, su hermano, se dedica a un enriquecimiento desmesurado con los únicos sectores lucrativos del país: el turismo y el té. Acabará dinamitando su imagen pública como consecuencia del apropio indebido de negocios, plantaciones y hoteles, además de sus marcadas tendencias ultra-conservadoras y contrarias a cualquier tipo de cambio en el poder monárquico de Nepal.
En 1990, el NCP y ciertas facciones comunistas -bajo el Frente Unido de Izquierdas- inician una revuelta durante los meses de febrero, marzo y abril. En ellas se pedía al rey la adopción de una Monarquía Parlamentaria, una Constitución y la celebración de unas elecciones multipartidistas. La revuelta fue brutalmente reprimida por las fuerzas de seguridad a las órdenes del rey, con resultado de cientos de muertos y detenciones masivas.
Por remordimientos, para rebajar la tensión del país o por presión, Birendra, en 1991, acepta realizar unas elecciones multipartidistas y redactar una Constitución que sometería las acciones legislativas y ejecutivas del rey a la aprobación del Parlamento y del Gobierno. Se celebraron el 12 de mayo de 1991 y fueron ganadas por mayoría absoluta por el NCP.
En 1994 se celebran las segundas elecciones, donde sale como vencedor, con una mayoría simple y por primera vez en el mundo, un partido de ideología marxista-leninista (el NKP-EML). Su etapa de gobierno es muy corta ya que, en 1995, los partidos conservador y liberal (el NCP y el RPP, respectivamente) presentan una moción de censura que sacará del Gobierno a dicho partido. A la postre, esta actitud beligerante de los partidos conservador y liberal para echar del poder a los marxista-leninistas, será lo que provocará que, éstos últimos, se radicalicen formando, en 1996, el Partido Comunista del Nepal Maoísta (NKP-M). Los objetivos del NKP-M serán: uno, conseguir sus aspiraciones políticas de derrocar al rey a través de una rebelión armada; dos, establecer una República Popular en Nepal; y tres, acabar con las diferencias sociales existentes en el país, así como con el feudalismo. La situación del país ayudó, y de qué manera, a que el NKP-M se extendiera por el país. Debido a sus ideas, fue prohibido como partido político, lo que facilitó la victoria del NCP en las elecciones de 1999.

Y es en este marco que, ya entrado el siglo XXI, el 1 de junio de 2001 por la noche, se produce uno de los hechos que más impactarán a la opinión pública internacional y nepalí, pues será el mayor regicidio cometido desde la matanza de los Romanov, en Rusia, en 1918. Dipendra, el hijo heredero de Birendra y según versión oficial, en un arrebato por la negativa de sus padres a casarse, empuña un fusil de asalto M-16 con mira telescópica, una metralleta MP-5K y una pistola y mata a su padre -el Rey-, su madre, sus dos hermanos, su hermana, tres de los hermanos de su padre, dos de las Princesas, uno de sus maridos y una prima.
Después de haber matado a doce de sus familiares, Dipendra intentó suicidarse, pero no lo consiguió, lo que provocó que el regicida fuera rey durante tres días, los que permaneció en vida. El día 4 de junio, 72 horas después del regicidio, Gyanendra se coronaba como monarca en el Templo Hanuman de Katmandú. La mala imagen pública de éste y las circunstancias extrañas que le rodeaban entorno al asesinato masivo de su familia -él no se encontraba en la cena, su mujer fue herida, su hijo no recibió ningún rasguño, él mismo lo calificó de tan solo un accidente y ¿cómo había sido posible matar doce personas en el palacio real, durante un cuarto de hora, sin antes haber sido neutralizado por las fuerzas de seguridad?-, provocaron una situación de asombro y decepción en los nepalíes. Ahora, por fin, Gyanendra iba a ser capaz de aplicar sus propias políticas. Y no tardó en llevarlas a cabo, decretando toques de queda en los días que siguieron a su coronación.
El NKP-M aumentó considerablemente sus ataques a objetivos estatales. Esto fue utilizado por Gyanendra para decretar, el 26 de noviembre de 2001, el estado de emergencia, una reducción de las libertades de movimiento y expresión, la detención de todas aquellas personas sospechosas de terrorismo y movilizar, por primera vez, el ejercito Real para combatir la guerrilla maoísta. Como estas acciones no dieron su fruto, el 22 de mayo de 2002, Gyanendra decidió radicalizar su postura: disolvió el Parlamento y convocó elecciones para el próximo 13 de noviembre, lo que le daba margen para seguir actuando a sus anchas. El 4 de octubre, con la cercanía de las elecciones, el monarca decidió apretar un poco más las tuercas destituyendo al Primer Ministro por su incapacidad para preparar las elecciones, lo que provocaba a su vez un atraso en los comicios y la asunción por él del poder ejecutivo.
Los combates se intensificaron y, a finales de año, los muertos por la guerra civil existente ascendían a 8.000. La guerrilla aumentó sus ataques llegando a dejar incomunicada Katmandú durante una semana. Todo esto acabó enfureciendo a Gyanendra quien, el 1 de febrero de 2005, destituyó al Gobierno en pleno por incompetente para luchar con la guerrilla, declaró el estado de emergencia, se prohibió la crítica de este hecho en los periódicos, adquirió todos los poderes ejecutivos para los tres años siguientes, mantuvo bajo arresto domiciliario a los "miembros subversivos" de los partidos políticos, se cortaron las líneas telefónicas e Internet, el aeropuerto internacional fue cerrado, se suspendió el derecho a reunión y a la privacidad, y se instaura la detención preventiva -de moda ahora en los países donde la libertad es un bien muy preciado, pero escaso-.
Empieza así una de esas clásicas épocas oscuras de las dictaduras, en las que aumenta el número de detenidos, se grita a los cuatro vientos planes de desarrollo que exaltan a las masas y se crean comisiones al margen de la justicia que tienen el mismo poder que ésta (como la Comisión Real para el Control de la Corrupción). A pesar de ello, el 1 de septiembre de 2005, se abrió un periodo de cuatro meses en los que la guerrilla maoísta proclamó una tregua unilateral, bajo el amparo de una unión de todas las fuerzas políticas y con el objetivo de recuperar la democracia por la vía pacífica. Ante la pasividad del Gobierno ante dicha tregua, los rebeldes reiniciaron la lucha.
Las ansias de poder que había tenido Gyanendra le llevaron a buscarse demasiados enemigos. El 13 de febrero de 2006, el castillo de naipes que se había hecho a medida se empezó a desmoronar. El Tribunal Supremo emitió un fallo en el que declaraba "inconstitucional y contrario a la justicia natural la Comisión Real para el Control de la Corrupción". Así, el ex Primer Ministro, Bahadur Deuba, ahora encarcelado por dicha comisión, volvía a ver la luz de la calle tras varios meses de encarcelamiento.
Esta nueva situación dio alas a la oposición monárquica que empezó, el 6 de abril, a organizar manifestaciones y una huelga general indefinida. La policía provocó dieciocho muertos tras abrir fuego contra los manifestantes. El 14 de abril el monarca decide ofrecer diálogo, pero sus palabras empiezan a caer en el pozo del olvido. Los nepalíes, totalmente enfurecidos y envalentonados por el transcurso de los últimos acontecimientos, se congregan a decenas de miles en Katmandú pidiendo la rendición y/o destronamiento del despótico monarca. Éste, al ver que la situación se le escapa de las manos, aumenta aun más la represión policial. Pero el pueblo nepalí se había convertido en una inmensa bola de nieve que baja montaña abajo, que a cada metro que recorre y cada segundo que transcurre se hace más grande, más poderosa, más segura de si misma, más mortalmente destructora. En un último coletazo, Gyanendra, impulsado por un instinto de supervivencia como monarca, ofreció a los rebeldes -ahora ya todo el espectro político- que fueran ellos los que nombraran un Primer Ministro.
Pero el proceso antimonárquico ya se había iniciado y, como tal, ahora ya solo quedaba consumarlo. El 24 de abril de 2006, el monarca restauró el poder legislativo con "la responsabilidad de conducir a la nación por la senda de la unidad nacional y la prosperidad, mientras aseguran una paz permanente y la salvaguardia de la democracia multipartidista". Los acontecimientos se suceden uno tras otro: cesan las protestas, los maoístas guardan las armas, el Rey nombra un Primer Ministro, éste toma posesión, se reúne la Cámara de Representantes, se aprueba un plan de ruta de paz para con los maoístas -Plan Prasad Koirala-, se llama a las elecciones para la Asamblea Constituyente, se produce el alto el fuego de las tropas gubernamentales gracias a la tregua declarada por los maoístas, y se elabora una Carta Magna -18 de mayo de 2006-que reduce todos los poderes del rey hasta dejarlo como una figura decorativa. Es tan decorativa que ya ni tan solo su sucesor podrá escoger, éste lo designará el Parlamento.
Los empeños del país pasan a centrarse en la realización de las elecciones en el mes de octubre de 2007. Pero parece que las aguas aun no estaban totalmente calmadas. Son entonces los grupos étnicos, que piden más autonomía para sus regiones, y los maoístas inconformistas con los resultados conseguidos los que sabotean las pasadas elecciones del mes de octubre. Nepal parecía seguir condenado a la sombra de las montañas.
Es bajo estas circunstancias históricas -de peleas entre los Rana y la dinastía de los Shah, de reyes despóticos, avistamientos democráticos, guerrillas y regicidios- y bajo esta situación actual inaguantable -con subidas de precios desmesuradas, falta de gasolina, cortes eléctricos, infraestructuras deficitarias y grupos étnicos (¡cincuenta y nueve!) insatisfechos- que se dibuja el panorama en el que se realizó el acuerdo de acción nacional, con un objetivo claro: crear la República Democrática Federal de Nepal.
Krishna y Balwati están casados y regentan un pequeño restaurante con cuatro mesas de madera y manteles eternos. Son una pareja apacible, encantadora, servicial. Saben de la celebración de las próximas elecciones, pero también saben que no irán a votar. Comentan el primer hecho riendo y, el segundo, apenados. Su pueblo natal, al que deben ir a votar, está en la otra punta de Nepal y el pequeño negocio no les da un respiro que tomarse. Cuando oyen la idea de una República Democrática Federal de Nepal ponen caras raras. ¿Cómo?, repiten sin cesar y poniéndose las manos sobre la cabeza al oír la explicación. No, no puede ser. Imposible. ¡A mí me gusta un solo Nepal! Ni hablar del tema un solo minuto más, un solo Nepal ¡y basta!. Y no sigas hablando del tema sino quieres acabar la discusión con las manos.
Diez de abril de 2008, éste debe ser el día en el que, por fin, los nepalíes empiecen a divisar el Sol que se esconde tras esas altas montañas regias, tras ese monte inexpugnable, tras ese gigante jerárquico, tras ese déspota de la naturaleza que es un monarca absolutista.
Aunque, viendo a los Krishna, aquí, en las montañas, hay que tener cuidado porque… el día siempre se puede torcer.